PROBLEMAS CUTÁNEOS POR EL USO DE MASCARILLAS
Parece que tendremos que acostumbrarnos a utilizar
mascarillas durante un tiempo, por lo que es importante conocer los problemas
dermatológicos que pueden producir y qué podemos hacer para evitarlos o, en la
medida de lo posible, minimizarlos. Es importante también dejar claro que, a
pesar de la incomodidad, picor, molestias… que nos pueda producir, TENEMOS que
ser responsables y hacer uso de la mascarilla cuando sea necesario. Solo de
esta manera, junto con el lavado frecuente de manos y el mantenimiento de la
distancia social conseguiremos controlar la situación.
¿Qué problemas podemos encontrarnos y cómo evitarlos?
Por un lado, las mascarillas pueden producir irritaciones e
incluso heridas en las zonas de roce: puente nasal, mejillas y orejas,
principalmente. Para evitarlos, debemos llevar la mascarilla ajustada pero NO
apretada, es decir, no debemos notar ninguna zona incómoda, sensible o tirante.
Podemos emplear sujeciones para las gomas para minimizar las lesiones de detrás
de las orejas, y cubrir, si fuera necesario, la zona del puente de la nariz con
un apósito para impedir el roce. En la mayoría de las ocasiones es suficiente
con aplicar una crema barrera-reparadora al llegar a casa, en aquellas zonas
donde más nos contacte la mascarilla.
Por otro lado, están aumentando las consultas dermatológicas
por acné, rosácea y dermatitis perioral. Si bien son patologías crónicas, que
cursan en brotes, y que pueden estar aumentando su incidencia por diversos
motivos (estrés por la situación actual, cambio de hábitos y rutinas de
cuidados faciales durante el confinamiento…), es probable que la oclusión y la
humedad que produce el uso de las mascarillas estén favoreciendo el incremento
de estas patologías. En ocasiones es suficiente con ajustar nuestra rutina
cosmética: mantener una buena higiene facial y usar productos adecuados a
nuestra piel (que no sean muy espesos o densos, mejor aplicar texturas ligeras,
como gel o gel-crema); sin embargo, si el brote es intenso, es necesario
ajustar el tratamiento tópico y, muchas veces, pautar también un tratamiento
oral, combinándolo si es conveniente con láser para disminuir las rojeces.
En resumen, dado que la mascarilla se ha convertido en un complemento
que nos va a acompañar durante un tiempo, debemos aprender a “convivir” con
ella y con las alteraciones cutáneas que puede producir: tiene que protegernos
(y proteger a los demás), pero sin apretar, y debemos consultar a un
especialista si desarrollamos lesiones (heridas, eczemas, “granitos”) que no se
resuelven o que van a peor.
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