Parálisis Facial Periférica
El nervio facial es el responsable del movimiento de los músculos de la cara y, por tanto, de la capacidad de expresión y del lenguaje no verbal.
La parálisis del nervio facial está producida por diferentes causas, por lo que el pronóstico también es muy variable. Aunque puede aparecer después de algunas intervenciones quirúrgicas (Neurinoma del nervio acústico o tumores de fosa posterior), o ser secundarias a traumatismos o a infecciones (por ejemplo Herpes zoster), la causa más frecuente es la denominada parálisis facial de Bell, también conocida como “a frigore” o idiopática (llamada así porque no se conocía la causa, aunque actualmente se considera producida por el virus Herpes simple).
De la parálisis de Bell se recupera la mayor parte de los pacientes, pero alrededor del 30% de ellos sólo consiguen una mejoría parcial, es decir, permanecen con secuelas de grado variable. Dichas secuelas son, además de una menor movilidad de la musculatura de un lado de la cara (incluido el cierre del ojo) y alteración del lagrimeo (que puede estar tanto aumentado como disminuido): contracción mantenida de algunos músculos (espasmos) y aparición de movimientos involuntarios acompañando a gestos (sincinesias). Ambas complicaciones aumentan la asimetría de la cara.
El tratamiento de la parálisis facial, una vez superada la fase aguda, consiste en el aprendizaje de ejercicios específicos y en la aplicación de toxina botulínica. Todo ello tiene como objetivo mejorar la simetría tanto en reposo como en movimiento. En ningún caso está justificada la utilización de estimulación eléctrica, ya que podría favorecer la aparición de complicaciones (sobre todo sincinesias).
La toxina botulínica puede aplicarse en cualquier momento de la evolución de la parálisis facial: tanto cuando aún no hay ningún movimiento (se infiltraría entonces en el lado sano) como cuando ya han pasado varios años desde la aparición de la parálisis.
La toxina botulínica se utiliza en personas con parálisis facial desde hace más de 20 años, siendo un tratamiento seguro, con buenos resultados y muy escasos (y leves) efectos secundarios.
Tanto la toxina botulínica como los ejercicios faciales son tratamientos complementarios, ya que se potencian mutuamente.
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